A propósito de esta imagen sobre Valparaíso…
Campeonato mundial del lugar común. Obra maestra de candidatos iluminados…
Ícono de una ciudad que lleva 50 años sacándose los ojos a punzadas y que no es capaz de construir un relato común pensado en el futuro.
Imagen triste de quienes ven en el moribundo puerto una oportunidad de figurar y ganar el miserable botín de turno (carroña le dicen).
Proyección luminosa que nos sugiere que hay un enfermo terminal mientras los que escribieron el mensaje vienen con huincha a tomarle las medidas al futuro cadáver para hacerle un “pijama de palo” a la moda y la medida.
Pero…
Me hago preguntas cuando veo el mensaje.
Si está agonizando, ¿van a darle un tiro de gracia?
¿Tiene remedio?
¿Son los de la foto quienes van a generar el milagro para el puerto moribundo que dicen describir?
Y me pregunto…
¿Por qué no hicieron nada cuando tuvieron a cargo a este adulto mayor, llamado Valparaíso, deteriorado, enfermo, débil y mal nutrido?
Ahora poner luces sale fácil, el Alzheimer político también es parte de quienes han llevado a esta ciudad por quebradas y despeñaderos.
Sin embargo, y aunque en los últimos años el deterioro sea aún más evidente por la forma de conducir la ciudad; difiero profundamente en la condición “agónica” del puerto.
Valparaíso no agoniza.
Valparaíso necesita dejar de ser el botín de los populistas, derechistas, falangistas o izquierdistas de nueva ola, que tanto daño le han hecho a la ciudad con sus visiones mesiánicas y sus discursos recocidos, refritos, intragables e infumables.
Valparaíso debe dejar de ser la capital del desorden, del meado gratuito, del rayado garabatero, del ambulante prepotente, del abandono estatal, de las casas colgantes que se caen con gente adentro, del alimapu descontrolado, de la toma que es toma y no otra cosa, de las balaceras, del «flaitismo» desatado en todos sus segmentos, del botín de turno para las pegas de los amigos, del puerto enclaustrado, de la licitación trucha, de las máquinas políticas, de los ministerios abandonados, de las empresas que no responden por las explosiones que generan, de los vándalos que la destruyen con desprecio e impunidad, de los que creen que todo se arregla con balines y palos, de los llenan de basura sus calles, de los perros sin dueño, de sus lideres que ya no se lideran a sí mismos…
¿Habrá espacio para un Valparaíso próspero, tolerante, diverso, cautivador, limpio, reconstruido, ordenado, seguro, rebelde, educado, sin chucherias en las aceras, y orina en las paredes y escaleras?
¿Habrá oportunidad para ver una ciudad repoblada y con vida en su plan, limpia, sin olor a acequia, sin aceite de pescado podrido (como en el eje de Avenida Uruguay), con un sistema de aseo eficiente, colegios públicos de alta calidad, inclusivos, transversales socialmente, con áreas verdes recuperadas, sin tomas que incrementen su segregación geográfica y su extensión periférica, con líderes de mirada amplia que puedan recorrer la ciudad sin insultos de por medio, viendo en terreno los problemas y no por redes sociales?
Y ojo, Valparaíso no es sólo Valparaíso. Laguna Verde tiene 30 mil disgustados habitantes y Placilla-Curauma otros 70 mil.
Yo no creo que Valparaíso esté agonizando, si usted cree eso, tendré que respetarlo, pero no se asuste si el enfermo terminal que describe la fotografía se levanta con más fuerza, rigor, empuje y energía que antes; dejando a su fotografía como un chiste malo, ramplón y carente de ingenio.
Ojalá el próximo mensaje sea optimista, es lo que se necesita para remecer de verdad a la capital regional y segunda ciudad más importante del país.
Para mensajes malos y deprimentes ya no estoy disponible
