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El sentido común. Por Raúl Caamaño Matamala, profesor Universidad Católica de Temuco

El sentido común. Por Raúl Caamaño Matamala, profesor Universidad Católica de Temuco

¿Qué es de él? ¿Ustedes saben algo? ¿Dónde está? ¿Qué le pasó? Se le extraña. Tanta, tantas enseñanzas y, por ende, actitudes y comportamientos atribuidos a él. Enseñanzas nada alambicadas y que modelaban la conducta y las prácticas desde siempre. Enseñanzas desde las costumbres, desde las prácticas consuetudinarias, tomadas desde distintas fuentes u orígenes. Es curioso, enseñanzas sin alambicamientos sin supercherías baratas. Enseñanzas sin pizarra ni tiza. Lecciones plenas de dignidad, lecciones henchidas de humanidad.
¿Qué es del sentido común? ¿Cuáles son algunos de sus componentes más significativos? La armonía, la paciencia, la tranquilidad, el orden, la disciplina, la serenidad, el equilibrio, la quietud, la paz, la equidad, la paciencia, la sensatez, el entendimiento, el sosiego, la morigeración, el tino, la empatía, en fin, la lista puede ser mayor.
¿Qué ha sucedido? ¿Por qué el sentido común no comparece en la cotidianeidad? Permítanme algunas divagaciones. Antes éramos más comunidad, nada perfecta, pero más comunidad, más familia. Insisto, no se trataba de la perfección, pero había más humanidad. Primaba lo que hacía sentido a un grupo de personas, a una familia, a una agrupación, a una mutualidad. Solo hace unos días traje a mi memoria cómo a mediados de los cincuenta, me enteré de la existencia en Lebu de una “sociedad de socorros mutuos”, ¿por qué? Mi abuelo Enrique pertenecía a una sociedad de socorros mutuos de artesanos, y así es como se reunían de tanto en tanto, y allí compartían sus experiencias de trabajo, se asistían, se socorrían, se ayudaban, ¿se entiende la idea? Su membresía implicaba una cuota mensual que eventualmente les podría ayudar en emergencias como enfermedad, invalidez o fallecimiento de sus integrantes. En este caso, uno más uno sumaba más que dos, el resultado de su asociatividad era la fortaleza de la sociedad de socorros mutuos. Hoy, actualmente, todo es individualismo, todo se reduce a algo así como rascarse con sus propias uñas. No es el caso de todos, pero sí de muchos. Hoy, el acto solidario, fraterno, no pocas veces, es casual, y sí la más de las veces causal, menos mal, agrego.
El sentido común ha sido afectado por el yoísmo, por el individualismo. El ensimismamiento reconcentrado ha hecho gran parte de la tarea, ha incidido en el maltraído sentido común, ha hecho mella. Cada vez más se resuelve con insistencia, con pertinacia, desde la perspectiva de un individuo, por sí y ante sí. Muchas veces, y a modo de ejemplo, una persona negocia, pacta, conviene y se allana a concertar acuerdo, convenio, o contrato, de súbito y sin mediar asesoría, asistencia o consejo. La idea es no envanecerse, no ser soberbios. El temple, la templanza son primos, sí han de concurrir a esta cita del sentido común. La moderación, la sobriedad y la continencia les siguen.
Desde hace ya un buen tiempo, el sentido común se ha ausentado de nuestras citas, de nuestros encuentros, de nuestras reuniones, de nuestras conversaciones. Ubi es? ¿Dónde estás? Te necesitamos. Vamos por parte. Te prometemos ser menos ajenos, ser más comprometidos, ser más humanos, ser más hermanos, y así, más próximos. Eso sí, es un compromiso de dos. En esta práctica nos debemos comprometer al menos dos.
¡Construyamos nostridad! Esa es la tarea.

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