Según las últimas cifras de la ONU nos demoraremos 300 años en alcanzar la plena igualdad y 140 años en tener una representatividad equitativa en posiciones de liderazgo[i]. Dimensionar lo que falta para lograr una meta que se ve tan lejana puede resultar abrumador, pero por lo mismo es necesario tomar conciencia, cuestionar nuestra forma lógica de actuar y analizar cómo podemos generar ciertas acciones que fomenten culturas más equitativas y libres de violencia en contra de la mujer. Esto es algo de lo cual debemos hablar durante todo el año, y no sólo al aproximarse el 8 de marzo.
Un objetivo de gran relevancia es erradicar la “violencia simbólica” que afecta a mujeres en todo ámbito de sus vidas. Es un tipo de violencia sutil, invisible y casi imperceptible que resulta en la normalización y que, en muchas ocasiones, las personas tienen interiorizadas y se vuelven a replicar.
Una forma efectiva para lograrlo es preparar a las culturas y personas de las organizaciones llamando a tomar conciencia y fomentando el camino para que, en un futuro, pueda existir diversidad de talento más allá de las etiquetas. En ese aspecto, resulta fundamental preparar a las jefaturas para que se atrevan a desarrollar herramientas en esa línea.
No obstante, es pertinente destacar que existe una evolución, que se están hablando de estas temáticas y que, incluso hoy, las organizaciones reconocen dicho elemento como pieza clave para elaborar sus estrategias ESG.
Los desafíos son diversos, pero la piedra angular de este año es preparar espacios y culturas organizacionales que fomenten el desarrollo, crecimiento y toma de conciencia de manera equitativa e igualitaria. Esta es la tarea clave que tenemos todas las personas.