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Brava: Los efectos emocionales del cáncer. Por Ana María Valenzuela Académica Enfermería Universidad Andrés Bello

Brava: Los efectos emocionales del cáncer. Por Ana María Valenzuela Académica Enfermería Universidad Andrés Bello

La exhibición de Brava, el documental en que la conductora de TV, Claudia Conserva, muestra su experiencia con el cáncer pone de relieve una vez más hablar sobre los efectos emocionales que tienen las personas que sufren de esta enfermedad.

Para conocer su impacto es preciso mencionar que el cáncer agrupa una serie de afecciones, en las que predomina la multiplicación anormal de las células, que se dividen sin control y pueden invadir diversos órganos y tejidos del organismo, diseminándose por el sistema sanguíneo y linfático. Dado esta capacidad de las células cancerígenas existe una amplia variedad de enfermedades asociadas y, por lo tanto, también de esquemas terapéuticos para combatirlas. Estos afectarán de distinta forma algunos órganos y sistemas, provocando multiplicidad de signos y síntomas y la disfuncionalidad en las actividades habituales de las personas que lo padecen.

Algunas de las reacciones a los diversos tratamientos como radioterapia o quimioterapia son: caída del cabello, cansancio, náuseas, vómitos, dolor de cabeza, lesiones en la boca y cambios en la sensación de sabor, olor y tacto, diarrea. Todas estas reacciones provocan emociones asociadas principalmente a la auto imagen y a los cambios que sufren en su funcionalidad.

Para quienes viven con la enfermedad se evidencia un cambio notorio, ya que probablemente, previo a ella, tenían la autonomía suficiente para realizar las actividades de la vida diaria tan rutinarias o domésticas como ducharse, cocinar, trasladarse a diversos lugares, hacer trámites, trabajar o cumplir en responsabilidades personales o familiares, como el rol de padre o madre o actividades laborales, entre otros.

Esta nueva condición en la que se sienten limitados físicamente provoca una serie de emociones como ira, angustia, ansiedad, tristeza, incertidumbre, agobio, temor, desesperanza e incluso culpa por la situación en la que se encuentran. Las emociones no son buena ni malas, son reacciones o impulsos para iniciar una acción y que idealmente nos permita adaptarnos a esta “situación” que experimentamos y así volver al equilibrio, aunque no seamos conscientes de este propósito. Sin duda que tener una buena salud mental implica tener la capacidad de regular las emociones, capacidad que se ve afectada por la falta de energía y las alteraciones orgánicas producto de las enfermedades oncológicas y los tratamientos utilizados para combatirlas. Dado este escenario es que resulta fundamental cuidar la salud mental de las personas que se encuentran en alguna terapia de tratamiento contra el cáncer.

Es fundamental que la persona cuente con el apoyo de un equipo interdisciplinario experto en salud mental, de manera que pueda tratar de manera efectiva las alteraciones emocionales que se espera que surjan.

De manera general se recomienda en primer lugar que la persona afectada se tome el tiempo necesario para reconocer y expresar sus emociones, intentar regularlas con diversas alternativas a su alcance, como terapias de música, arte, yoga, aromas u otros similares. Además, es importante que tenga un tiempo de descanso suficiente para reponer la energía que se ve disminuida dada la misma enfermedad o producto de la intensidad de las terapias. Asimismo, se recomienda que mantenga un grado de actividad que sea tolerable para ella y con la autorización del equipo tratante, puesto que la actividad física eleva el estado anímico, factor importante para mejorar la salud mental.

Paralelamente, deben estar atentas a reconocer signos o síntomas de alerta que requieran atención de salud indicada según su equipo médico, como qué hacer frente a determinadas molestias físicas o emocionales que requieran asistencia inmediata. Es muy importante que la familia y amistades tengan presente que la persona que padece cáncer puede presentar estas emociones y que no necesariamente se encuentra molesta o triste en relación con lo que éstos hagan o digan, incluso cuando necesitan aislarse en algunos momentos del día. De esta forma, se evitará agregar una preocupación adicional por posibles discusiones o alejamiento de las relaciones interpersonales entre ellos, cuando justamente lo que necesita la persona es mayor empatía y comprensión.

También la familia o entorno cercano a la persona se le debe apoyar con el equipo de salud mental para poder enfrentar la situación, por ellos mismos y por la diada terapéutica que debería surgir entre ambos. De esta forma podrán darse mutuamente contención emocional y alcanzar el mayor grado de bienestar posible.

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