Patricio Espinosa Cuevas (Santiago, 1968) no eligió por azar Valparaíso para presentar su segundo material escrito «Quitapenas, cuentos de un bar frente al cementerio»: aunque se trate de variadas historias que tienen como hilo conductor al emblemático local capitalino:
“Son de ese tipo de historias donde no resulta tan necesario el pacto de ficcionalidad (o suspensión de la incredulidad, como también lo llaman) porque todo aquello que estoy contando es muy posible, muy profundo y humano”, expresa Espinosa.
El escritor se decidió por este paisaje y por la Librería Crisis -donde lanzará su próxima publicación el viernes 10 de noviembre a las 17.00 horas en Blanco 1065, Segundo Piso– porque Valparaíso le entregó como bautismo esa sal y humedad de puerto que recibe a los jóvenes, como él, cuando a los 17 años comenzaba a estudiar al pedagógico de Valparaíso, durante los últimos años de la dictadura militar. Era 1986 y Espinosa no solo compartía un lugar modesto con otros estudiantes, también un compromiso político que los unió bajo los mismos riesgos, actuando cada cual, desde sus convicciones y posibilidades.
Ese espíritu fue el de una generación que, más tarde, desencantada durante los años noventa se vio fuertemente reflejada en su primera obra «Veteranos del 83», un poemario que Espinosa publicó desde la autogestión en 1991, tras verse obligado a dejar Valparaíso en 1988, llevándose experiencias que lo marcaron para siempre.
“Como muchos de mis amigos que tuvimos una participación política a finales de los ochenta, estábamos desconcertados, había una sensación de desánimo muy potente. La sensación era que te la jugaste para lograr otra cosa. Arriesgamos carreras. Pudieron llegar y pegarte un balazo en cualquier protesta. Por eso la democracia no tenía ni un brillo. Todo eso que supuestamente venía no vino. Pinochet se fue, pero quedaron los senadores designados y otros se arreglaron muy bien en esta nueva situación”.
Del oficio de cuentacuentos a Quitapenas
Aunque los noventa entraron con cierta desazón, fueron la década en que descubrió su vocación de cuentacuentos. En 1993 comenzó a presentarse cada miércoles por la noche en “La casa en el aire”.
Luego en el 2000, participó en el VI Festival Iberoamericano de Cuenteros Abra palabra de Bucaramanga en Colombia. En 2008 fue invitado al 13° Encuentro Internacional de Narración Oral Cuenteros y cuentacuentos en la FIL de Buenos Aires, y a la 10° versión de “Palavras Andarilhas” de la Feria del Libro y Encuentro de Cuenteros de Beja, Portugal. Su última participación en este tipo de encuentro internacionales fue en 2019 como parte del XXXIII Festival Internacional de Narración Oral “Octubre el Mes de los Cuentos”, Coyoacán, México. También se ha presentado en otros países como España y Alemania, y en distintas regiones a lo largo de nuestro país.
El escritor es, a su vez, narrador oral desde hace 30 años, y uno de los pioneros en Chile en este oficio. Reconoce este arte como su apertura definitiva hacia la literatura, y como influencia hacia lo que hoy ha realizado en el ámbito escrito con «Quitapenas, cuentos de un bar frente al cementerio», donde ha querido ponerse a conversar con sus personajes y escuchar atentamente sus historias de humor, de política, e incluso de relaciones íntimas, como ocurre en el relato “Flores en un jarrón”.
Son historias que rescatan el valor de la conversación y el ejercicio de la memoria que surge con delicada profundidad. Así, como adelanto, nos cuenta que, una de las sorpresas que tendrá el lanzamiento de «Quitapenas, cuentos de un bar frente al cementerio», será la narración oral del propio autor, quien compartirá con los presentes uno de los relatos del libro.
Por último, y a modo de anécdota, Espinosa comenta que, desde su publicación, el nuevo ejemplar “ha viajado mucho más que él”, y que le llegan imágenes de lectores desde distintos lugares como Buenos Aires, o dentro de Chile, en Balmaceda, Talca, Viña del Mar o Concepción, así que decidió comenzar a compartirlas y llevar este registro en sus redes.