En lo que va de este año hemos sido testigos directos e indirectos de numerosos eventos climatológicos extremos, tales como mega incendios, olas de calor, marejadas, trombas y lluvias históricamente copiosas. Estos fenómenos han abierto una inquietud generalizada sobre el cambio climático y sus efectos futuros, generando un estado de incertidumbre que resulta difícil de manejar para gran parte de la población.
Es en esta línea es que ya se habla de ecoansiedad que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es un síntoma que se refiere al temor crónico de sufrir un cataclismo ambiental, el cual surge al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones.
El conocimiento, pero sobre todo la experiencia y percepciones, personales y colectivas sobre los efectos de este fenómeno se vivencian en los territorios, cuyos componentes naturales, artificiales y socioculturales se ven perturbados. Cortes en el suministro de agua y alimentos pueden ser algunos de los efectos más notables, pero no los únicos.
Los ecosistemas en los que vivimos son capaces de proveer muchos otros “servicios ecosistémicos”, como la purificación del aire y del agua, el control de erosión del suelo, la polinización e incluso la contribución de espacios de desarrollo espiritual y artístico.
Este proceso que afecta al planeta está asociado a la emisión de gases de efecto invernadero por causa humana. Nuestro estilo de vida contemporáneo y la incorporación de industrias a gran escala en la región han modificado el paisaje y el entorno natural, e incluso prácticas culturales como las fiestas del camarón, vendimias, trillas y otras festividades asociadas al calendario agrícola, se han ido perdiendo.
Es en esta observación del ambiente, se vuelve relevante poner en valor la biodiversidad del entorno natural. A partir del vínculo innegable de coexistencia persona-naturaleza, resulta lógico comprender la importancia de la conservación estratégica de ciertos ecosistemas donde se desarrollan funciones vitales para el humano y todos los seres vivientes, que contribuyen a la sostenibilidad del planeta y mitigación del cambio climático.