Históricamente ha tenido que ser el paciente quien une y gestiona permanentemente sus interacciones con los servicios de salud. Quizá el Sistema Público es un poco más articulado en cuanto a seguimiento y acompañamiento de ciertos grupos de pacientes específicos para lograr continuidad en la atención, como los adultos mayores o personas con patologías crónicas, donde los servicios de Atención Primaria de Salud (APS) coordinan las prestaciones médicas, derivaciones o entrega de medicamentos. Continuidad que se corta, cuando los pacientes que pueden pagarlo, salen al «extrasistema», y se atienden en el sector privado, para evitar la excesiva espera.
Es aquí donde se agudiza el desafío, ya que en el sector privado, donde a diferencia de los niveles de atención del Sector Público, opera un sistema de libre elección con copago, totalmente articulado (o desarticulado) de responsabilidad del paciente, donde no existe un «APS» para el acompañamiento, y las personas pueden deambular entre especialistas, medicamentos y exámenes sin supervisión alguna, pudiendo desembolsar importantes sumas de dinero, o lo que es más grave, incluso sin un resultado satisfactorio para su salud. ¿O alguna vez le han contactado de un centro de salud donde se haya atendido, para saber cómo le ha ido con su tratamiento de medicamentos?
Ni con toda la tecnología existente en el 2023, tenemos trazadas o medidas las consecuencias de estas desviaciones e interrupciones del viaje del paciente en el acceso a la atención. Además de los riesgos para la salud y calidad de vida de las personas, la arista económica no es menor. No implica sólo un elevado costo de bolsillo que asume el paciente entre copagos, repeticiones de exámenes, terapias o medicamentos, sino también un costo para el Estado, al asumir el copago de prestaciones, sin conocimiento de su resultado.
En concreto, hay menores tiempos de espera y mayor retroalimentación de la experiencia de compra de una pizza, que la de acceso a una atención de salud. Pero no todo está perdido.
Hay iniciativas que buscan darle vuelta al modelo, y entre otras cosas, unir este viaje. Desde el mismo Estado, a través del Minsal y otros órganos, se viene impulsando junto a grupos de la sociedad civil, para que en los próximos años los pacientes nos podamos mover entre distintos prestadores de salud, con la información necesaria para dar seguimiento a nuestra atención, con la fuerza de una ley y reglamento en trámite, para así articular en el sistema, la tan anhelada «Historia Clínica Compartida» (HCC) que será el torrente sanguíneo para la continuidad eficiente de la atención. Por otro lado, aprovechar la tecnología para aportar para que cada paciente y sus grupos familiares, puedan acceder a una red creciente de centros de salud ambulatoria del sector privado, con la misma lógica de las múltiples mega plataformas o marketplaces, con los que interactuamos a diario, para otros servicios de consumo.
Porque es más que razonable que en una era hiperconectada, atender nuestra salud sea tan fácil como pedir una pizza.