En Chile, se estima que un paciente puede esperar, en promedio, hasta más de cuatro horas en ser atendido en un servicio de urgencia, aspecto que se erige como uno de los más críticos del sistema de salud de nuestro país.
Se trata, además, de un momento complejo donde pueden conjugarse el dolor, la angustia y la incertidumbre para hacer aún más traumática una espera que pareciera eternizarse.
El acceso a la atención frente a una emergencia médica es tan relevante que obliga a todos los actores del sistema a maximizar sus esfuerzos para proveer un acceso oportuno y efectivo, que además considere tanto las necesidades de salud como el estado emocional del paciente y sus familiares.
Es un desafío que involucra mejorar en infraestructura, flujos de atención, formación y disponibilidad de personal, además de coordinación entre los diferentes servicios de salud, considerando al sistema de urgencia desde una perspectiva integral, fortaleciendo sus diferentes áreas para lograr una alta capacidad resolutiva, en beneficio de los pacientes y sus familias.
Está demostrado que una atención oportuna puede marcar la diferencia en el diagnóstico y pronóstico futuro de un paciente. También, es fundamental que las personas puedan recibir el trato de un médico capacitado no solo para atender el motivo de consulta, sino también ocuparse de la ansiedad y el temor.
Por ello, es responsabilidad de los distintos actores del sistema de salud trabajar para reducir los tiempos de espera en las urgencias, pero también para garantizar que, una vez que los pacientes son atendidos, reciban una prestación médica de calidad, oportuna, confiable y cálida.