Navidad es un tiempo privilegiado para volver la mirada al misterio de la encarnación y del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre. Es un tiempo de volver el corazón hacia Dios para reconocerlo en su omnipotencia, pero sobre todo en su misericordia. Como Él quiere que tengamos vida en abundancia, esa vida nos llega por medio de su Hijo.
Navidad nos invita a tener un corazón dispuesto a acoger la novedad que significa Jesucristo en nuestra vida y que se note en nuestra manera de vivir, que no es otra cosa que la experiencia del amor en la familia, el trabajo, la vida pública y privada.
Frente al Gran Regalo, Jesús, se nos invita a ser libres frente a las cosas y miles de ofertas que nos tientan y preguntarse si ayudan o no a crecer como persona, como familia y como comunidad y, sobre todo en solidaridad hacia los más pobres.
Mirando a Jesús, se nos presenta como un gran proyecto educativo para las futuras generaciones la lógica que nos dice que hay más alegría en dar que en recibir, en servir que en ser servido.
El mejor regalo que podemos hacer como creyentes es crecer en una mayor conciencia de la necesidad de sólidos fundamentos morales en los ámbitos sociales, personales, familiares y laborales.
Jesús quiere hacerse presente en el corazón de cada ser humano que habita en el planeta y hacer morada en cada uno de nosotros como Camino, Verdad y Vida, luz para nuestros pasos, guía, protección y alimento del alma.
Para la Iglesia, Navidad es una renovada invitación para anunciar la Palabra de Dios con más fuerza y convicción, dar a conocer mejor qué es lo que creemos, ayudar a descubrir su belleza y traducirla en esperanza para sí mismo y los demás. El Señor se hace presente con Palabras de salvación, de vida, de auténtico bien.
Resuenan hoy con fuerza las palabras del apóstol: “Señor dónde iremos, si sólo tú tienes Palabras de Vida Eterna”. Es por eso que en Noche Buena no podemos dejar de dar gracias a Dios por el Don de su Hijo, independiente de nuestras vidas. Y tampoco podemos dejar de preguntarnos cómo respondemos a su amor infinito y lleno de misericordia. Además, es una hermosa oportunidad de decirnos que nos queremos y nos necesitamos los unos a los otros.
El Hijo de Dios ha nacido en medio de nosotros y nos hace a todos hermanos. Dios, en su Hijo, nos regala hoy una hermosa posibilidad de hacernos un don para los demás y comprender la vida como un gran regalo de amor donado y llamada a ser donado. Esto es Navidad y lo que, en medio de escaparates llenos de cosas, celebramos. Feliz Navidad a todos ustedes.
La Iglesia quiere contribuir desde la esperanza que nos trae este tiempo en la construcción de una sociedad más fraterna, más próspera, más equitativa, más según el corazón de Dios y no del hombre.