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Los adultos y su rol en el miedo de los niños al dentista. Por María José Cañete Fuente-Alba, Académica Odontología, Universidad Andrés Bello

En Chile, la caries dental es la enfermedad crónica más prevalente en la infancia. A los 6 años, más del 70 % de los niños ya presenta lesiones. Muchas familias relacionan la visita al dentista con experiencias negativas heredadas de generaciones anteriores, ya que la odontología antigua se limitaba a extracciones y procedimientos complejos, sin avances tecnológicos, además de la poca información sobre prevención, educación y concientización de la salud bucal. Esta percepción de los cuidadores, abuelos principalmente, que acompañan a los más pequeños a sus controles y tratamientos dentales, transmiten sus miedos y ansiedad en la consulta, generando dificultad a la hora de la atención.

Hoy la odontología ha evolucionado, la visión de salud, prevención y el tratamiento interdisciplinario ha logrado influir y concientizar el cuidado oral. La actitud de los padres y el entorno familiar de los pacientes influye directamente en la experiencia del niño; siempre anticipar la visita al dentista, conversar lo que se realizará en el box, felicitar y elogiar el comportamiento, evitar castigos en relación con la atención dental, además de premiar la actitud positiva del paciente.

El éxito de la atención infantil depende en parte por la atención especializada y herramientas necesarias para lograr una buena experiencia; el odontopediatra incorpora estrategias de manejo conductual, sesiones de adaptación y ambientes amigables y lúdicos con juegos, colores y distractores que reducen el estrés, estableciendo una relación de confianza dentista-paciente.

Cuando el miedo persiste, existen otras alternativas como la sedación consciente con óxido nitroso, una técnica segura y eficaz bajo protocolos establecidos. Además, el uso de anestesia computarizada reduce dolor y la ansiedad durante el procedimiento del pinchazo, uno de los mayores miedos en el dentista.

Es importante recordar que la caries no siempre es visible a simple vista; por eso los controles periódicos son esenciales. La frecuencia de estos controles depende del riesgo individual del paciente, evaluando no sólo la presencia de caries, sino por múltiples factores: dieta, hábitos de higiene, eficiencia del cepillado y uso de seda dental, malos hábitos, patologías de base, entre otros.

La primera consulta idealmente debe ser perinatal y la atención del bebé puede comenzar antes de la erupción del primer diente o en cuanto aparezca. Establecer seguridad, vínculo efectivo, madre-niño-tratante, logra que la confianza y seguridad de los padres se transmita a los niños, disminuyendo el temor por el dentista.

Es importante recordar que los padres son los primeros educadores, los profesionales somos el apoyo para lograr una boca sana. El llamado es a transformar la visita al dentista en una experiencia positiva y preventiva, es compartir la responsabilidad para lograr un ambiente seguro, visitas cortas con controles periódicos y manteniendo la salud oral de manera amigable.

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