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Acompañamiento a personas autistas adultas que mañana serán mayores. Por Nicole Vargas, académica del Núcleo del Magíster Interdisciplinario, UDLA

Chile avanza hacia una estructura demográfica envejecida. El Censo 2024 confirma que las personas de 65 años o más alcanzan el 14% de la población, consolidando una tendencia sostenida desde 1992.

En paralelo, los sistemas de vigilancia internacional muestran mayores tasas en la identificación de personas autistas por mejoras en los procesos diagnósticos y oportunidades de acceso. La consecuencia es ineludible. Cohortes crecientes de personas autistas transitarán a la adultez y vejez demandando apoyos interdisciplinarios continuos, coordinados y culturalmente sensibles.

En concordancia, el marco normativo nacional ha avanzado de manera significativa. La Ley 21.545 consagra la atención integral a lo largo del curso de vida y, en la misma línea, el Ministerio de Salud publicó en 2024 el Protocolo de Abordaje Integral y, en 2025, el Protocolo de Detección, Derivación y Seguimiento, orientado a articular los sistemas de salud y educación. Sin embargo, persisten vacíos operativos para la adultez y la vejez, ya que faltan rutas claras en atención primaria, salud mental y geriatría; estándares de accesibilidad comunicativa y sensorial; y articulación con cuidados de largo plazo y apoyos comunitarios.

En este sentido, “Chile Cuida”, red que conecta instituciones, programas y servicios para ofrecer apoyos y cuidados a personas que requieren asistencia en actividades diarias y a las personas cuidadoras, abre una ventana de oportunidad.

Integrar explícitamente las necesidades de personas autistas adultas y mayores permitiría reducir años vividos en situación de discapacidad y dependencia evitables, mejorando funcionalidad, participación y calidad de vida.

Además, la evidencia advierte comorbilidades médicas y de salud mental más frecuentes en la adultez y vejez autista.

Por ello, se requieren equipos interdisciplinarios formados en autismo y envejecimiento, seguimiento longitudinal y métricas de resultado que vayan más allá del conteo de prestaciones.

Este no es un asunto sectorial, sino de ciudadanía y justicia, donde la participación efectiva de personas autistas adultas y mayores en decisiones que impactan en su vida, exige accesibilidad real, representación y ajustes razonables. Las instituciones deben garantizar que la voz autista no solo sea escuchada, sino incorporada en el diseño, la implementación y la evaluación de políticas.

Por estos motivos, es importante siempre recordar que, del diagnóstico a la vida cotidiana, el desafío es desplegar rutas de apoyo que combinen accesibilidad, continuidad y corresponsabilidad en los territorios. Esto, es una agenda de hoy, no del futuro.

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