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Llevamos 30 años con toque de queda. Por José Carlos Meza, abogado y Director Ejecutivo de Acción Republicana

Hace algunos meses, a plena luz del día, un domingo por la tarde, a escasos metros del Estadio Municipal de Recoleta, y a pocas cuadras del edificio consistorial del Municipio, una mujer era baleada por delincuentes, quienes le robaron su auto; en marzo de este año una niña fue baleada en Huechuraba, mientras delincuentes hacían una “encerrona” a su madre.

Por otro lado, y no menos peor que la delincuencia, en Cerro Navia se escucharon estruendos de fuegos artificiales a pesar de faltar sólo 3 meses para el año nuevo, eran los carteles de la droga que anunciaban en total impunidad la llegada de la “merca”.

Estas son algunas de las amenazas que enfrentan día a día cientos de miles de chilenos, cuando salen de sus casas camino al trabajo o la escuela, cuando van a comprar a la esquina. Deben atravesar sectores dominados por bandas delictuales que hoy campean en las calles, y deben permanecer en sus casas encerrados.

Recuerdo como si fuera ayer cuando mi papá me prohibía llegar a la casa después de cierta hora, no porque no confiara en mi responsabilidad, sino porque temía que alguien pudiera hacerme daño para quitarme lo poco y nada que podría tener. Ese es el toque de queda en el que viven hoy millones de chilenos, ese que el narcotráfico y la delincuencia ha impuesto con sangre y fuego por más de 30 años.

El toque de queda record a nivel mundial ya se acabó. Somos libres de circular por donde queramos, a la hora que queramos y con quienes queramos. Eso sí, solo si vives en un barrio relativamente seguro; de lo contrario, volverás al toque de queda impuesto por el narco, ese que no necesita de Carabineros para ser vigilado, sino que se sustenta en el miedo a ser asaltado, y en el peligro de toparse con bandas de “soldados” de narcotraficantes.

Frente a este escenario de completo desamparo, ¿qué vemos de nuestras autoridades?, la gran mayoría no ha dado el ancho. Mientras algunos siguen enfrascados en discusiones sin sentido sobre cuestiones que a nadie importan, otros prefieren meter la cabeza en la tierra como los avestruces de los dibujos animados, esperando pasar desapercibidos para aparecer en las próximas elecciones como si nada hubiera pasado.

Cuando una persona se siente amenazada hay dos opciones: ser indiferente o ir en su defensa. Yo elijo lo segundo. Hoy se necesitan autoridades con los pantalones bien puestos, que no tengan miedo de imponer la ley, a costa de todo, contra todo y contra todos. Hoy se necesitan autoridades que defiendan a los más débiles, no que se defiendan entre ellos. Tenemos que enfrentar la batalla más importante de todas, la batalla contra la delincuencia y el narcotráfico, y para eso necesitaremos a los mejores guerreros.

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