Las recientes declaraciones del presidente Gabriel Boric, en el Encuentro Nacional de la Industria, donde dijo que casi no lee los diarios (El Mercurio, La Tercera y La Segunda), reflejan el malestar del mandatario ante la actitud crítica de esos medios a su gestión gubernativa, pero también un desconocimiento acerca del rol social de los medios de comunicación.
Siempre ha sido del deseo de los gobernantes que los medios respondan a sus intereses propagandísticos, aunque cuando los políticos están en oposición, les seduce el rol del “perro guardián” de la prensa, aquel que no deja pasar nada, ni error ni irregularidad, para
denunciarlo de inmediato a la opinión pública. El caso del presidente no es la excepción, porque cuando era diputado destacaba el papel crítico que debía tener el periodismo. Sin embargo, ahora dijo “Cuando leo los diarios…en realidad leo poco los diarios a esta alturas; pero es impresionante el afán de preferir las malas noticias. Yo no sé como quienes siguen leyendo El Mercurio, La Tercera, La Segunda, quedan con el corazón después, porque, en verdad, es como si viviéramos en un país infernal”.
No se puede desconocer que los medios de comunicación tienen una mirada crítica del quehacer del actuar del Gobierno, pero ellos tienen entre sus funciones primordiales cuestionar, incomodar a quienes están en el poder, además de relacionar a la sociedad en sus
distintos aspectos.
¿ Cómo podrían soslayarse temas tan sensibles como la delincuencia, falta de viviendas, desempleo, conflicto en la zona mapuche; la falta de inversiones, educación, probidad funcionaria, etc?
Ya el Gobierno tuvo un matiz censurador cuando creó la Comisión contra la Desinformación que, en el fondo, trata de regular lo que se puede decir o no a través de las redes sociales, hoy una fuente importante de abastecimiento informativo de los medios nacionales o regionales, para conocer temas importantes de comunidades de pequeño tamaño.
El periodismo tiene el deber, no solo la posibilidad, de denunciar los abusos, las incompetencias, las deshonestidades y los problemas que afectan a la sociedad para que esta, en su conjunto, pueda buscarles soluciones adecuadas; y un Gobierno debe promover y
garantizar la libertad de expresión, no tratar de pautear o restringir lo que dicen los medios, porque eso le hace daño a la democracia, donde debe existir una pluralidad de informaciones y opiniones.