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El aborto, la gran mentira del siglo. Por Pamela Pizarro, de la Fundación Una Mirada!

En Chile, se está discutiendo un proyecto de ley que permitiría el aborto libre hasta las 14 semanas de gestación. Impulsado por el Ejecutivo y fuertemente promovido por el Ministerio de la Mujer, este proyecto ha sido presentado como un avance en los “derechos sexuales y reproductivos”, como un asunto de “salud pública”, e incluso como un “derecho humano”. Sin embargo, detrás de estos eufemismos cuidadosamente seleccionados, se oculta una de las mayores injusticias de nuestro tiempo: la legalización de la muerte del ser más indefenso, el niño por nacer.

¿En qué momento como sociedad comenzamos a considerar justo que una madre pueda decidir, con o sin ayuda, terminar con la vida de su propio hijo? El aborto, lejos de ser un acto de liberación o cuidado, es la negación absoluta de la humanidad del más inocente. ¿Acaso hemos perdido tanto el rumbo moral como para normalizar este acto, incluso celebrarlo como un derecho?

Esta crueldad no es fruto del azar ni de la evolución natural del pensamiento humano. Es parte de una ideología profundamente arraigada que ha calado hondo en nuestras instituciones: el feminismo.

La Bajo el discurso de igualdad y autonomía, esta ideología ha promovido la idea de que la maternidad es una carga que puede y debe ser evitada a toda costa, incluso al precio de la vida de un hijo.

El feminismo, lejos de buscar una verdadera equidad entre hombres y mujeres, ha impulsado una agenda que coloca los “derechos” de la mujer por sobre la vida del niño no nacido. Han redefinido el lenguaje para suavizar la realidad. Ya no se habla de matar, se habla de “interrumpir el embarazo”. No se dice “ser humano”, se dice “células” o “tejido”. Así, se deshumaniza para justificar lo injustificable.

El debate sobre el aborto no es una cuestión meramente legal, médica o ideológica. Es, por sobre todo, una cuestión moral. Estamos hablando de vidas humanas. De hijos que no tienen voz. De una sociedad que está dispuesta a mirar hacia otro lado mientras se perpetúa una violencia institucionalizada contra los más vulnerables.

Es tiempo de despertar y desenmascarar la mentira del aborto. No es progreso. No es justicia. No es un derecho. Es, quizás, el delito más inhumano de todos: que una madre, convencida por una ideología, termine con la vida de su propio hijo.

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