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Día Internacional contra el Cambio Climático. Por Pablo Rebolledo, director de Administración en Ecoturismo UNAB

Esta semana se conmemora el Día Internacional contra el Cambio Climático, una fecha que busca concienciar sobre los peligros del calentamiento global y la urgencia de actuar de manera coordinada y global. El objetivo es claro: movilizar a las personas, comunidades, empresas y gobiernos para cambiar hábitos, transformar estilos de vida y exigir medidas más ambiciosas frente a un fenómeno que ya impacta a todos los rincones del planeta.

Los datos son alarmantes: olas de calor cada vez más intensas, derretimiento acelerado de glaciares, sequías prolongadas, inundaciones y huracanes extremos. Chile no es ajeno a este escenario. La megasequía que afecta a gran parte del territorio desde hace más de una década, los incendios forestales más destructivos de su historia y la pérdida de glaciares cordilleranos son señales claras de que el cambio climático no es un problema futuro, sino presente.

Durante años, la narrativa dominante se centró en reducir emisiones de carbono. Pero hoy sabemos que ya no basta con frenar la contaminación: es necesario recuperar, rescatar y regenerar. Los ecosistemas degradados deben volver a funcionar como sumideros de carbono, y no como emisores netos. Esto implica restaurar bosques nativos, humedales, suelos y mares, que son las verdaderas infraestructuras de resiliencia frente a la crisis climática.

Aquí los límites planetarios cobran relevancia. La ciencia nos advierte que ya hemos traspasado seis de los nueve límites que permiten la vida en condiciones seguras, incluido el del clima. Superar esos umbrales significa entrar en una zona de riesgo donde las interacciones entre sistemas —agua, suelo, biodiversidad, atmósfera— pueden desencadenar efectos en cascada irreversibles. Por eso, hablar de regeneración no es solo un ideal, es una necesidad de supervivencia.

Frente a este desafío, surgen propuestas como la agricultura regenerativa, que devuelve fertilidad a los suelos y captura carbono; o el turismo regenerativo, que más allá de minimizar impactos, busca restaurar ecosistemas y fortalecer comunidades locales. Estas prácticas muestran que es posible alinear desarrollo económico con la regeneración ecológica, siempre que se adopten con compromiso y escala.

El Día Internacional contra el Cambio Climático nos invita, entonces, a dar un paso más: de la sostenibilidad a la regeneración; de la reducción de daños a la creación de beneficios para la Tierra. La responsabilidad es colectiva, pero también personal: consumir con conciencia, preferir energías limpias, reducir la huella de carbono, y apoyar políticas y proyectos que restauren la naturaleza.

No podemos quedarnos en la mitigación. La única manera de garantizar un futuro habitable es abrazar la regeneración como principio rector. Actuar hoy es la mejor —y tal vez la última— oportunidad para volver a situarnos dentro de los límites seguros del planeta y asegurar un mañana posible para las próximas generaciones.

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