Buscar

Extinciones: Black Mirror, Netflix y la IA en educación. Por Borja Castro, filósofo y académico de la carrera de Trabajo Social UNAB

La seducción de la IA no tiene precedentes en la era actual. ChatGPT, Deepseek, entre otros, como asistentes de inteligencia artificial que generan lenguajes propios, nos seducen, responden nuestras interrogantes, y, también, deliran con nosotros si no definimos bien el prompt. Todo ello en un contexto societal, geopolítico y ético-humanitario convulso en donde múltiples paradojas ocurren, paralelamente.

Nunca me interesó escribir sobre la era sociotécnica actual, pero es interesante leer filósofos contemporáneos que la debaten, desde Byung Chul-Han hasta Yuk Hui, sin olvidar a mujeres de la talla de Isabelle Stengers o Donna Haraway. Mi motivación de escribir sobre este asunto fue más bien frívola, o bien, comenzó una tarde de aburrimiento viendo Netflix. La hipérbole del capítulo primero de Black Mirror, en su última temporada, nos deja estupefactos. Señala lúcida y frontalmente, sin tapujos, una de las posibles fatalidades de la IA en la salud. Desde la ingenuidad siempre se lucen los notables avances sociotécnicos en este ámbito, pero el capítulo nos muestra una hiperrealidad que trasluce un sometimiento individual y laboral feroz. Una suerte de extinción en la abundancia, tan típico del presente.

Sin pretender un spoiler a quienes no la han visto, parece de una brutal paradoja cómo la vida humana frente a una enfermedad terminal dependía del pago de un plan mensual situado en la “nube” y manejado por IA, el cual sin mediar aviso podía ir desde lo elemental hasta lo complejo. En jerga actual, si tenías un plan básico, de hecho, no era del todo bueno porque las capacidades y cotidianeidades de la protagonista se interrumpían por promociones publicitarias que debía emitir ella misma sin tener conciencia de aquello. En simple, el plan básico era como el de Spotify, con publicidad incluida. Una paradoja violenta: ella era una docente de primaria en que sus promociones ocurrían en cualquier momento sin discriminar si estaba en el aula impartiendo clases. En este contexto, me invadió una idea de futuro respecto a mi desempeño docente. Como señalé, un futuro de extinción(es), pero en la abundancia, mediado por la irrupción de modelos de lenguaje de gran escala.

¿Cómo sería pensar esta escena en la educación superior? ¿Cómo se efectuaría un académico en que las universidades puedan contratar en base a planes disponibles? ¿Cómo sería ver a profesores promocionando insumos de consumo masivo en sus clases? Sin duda, suena hilarante, pero fatal. Todo a la vez. Esta hipérbole ficticia de Netflix todavía no la veo en un aula, pero sí existe actualmente literatura que señala una “deuda cognitiva” y un síntoma estructural en cómo la mediación algorítmica ya no apoya el aprendizaje, sino que potencia su automatización opacando el propio pensamiento crítico. Para los que gustan de la neurociencia, existen correlaciones entre la poca apropiación subjetiva de los escritos que producimos y la disminución de la actividad cerebral que se vincula con la escritura compleja. Y, tal vez, esto lo vemos muchos profesores en nuestros y nuestras estudiantes, en nuestras aulas. Pequeñas extinciones.

Pero ese futuro catastrófico que interrogo y que señalaría también un tipo de extinción docente (ya no animalesco o botánico), no sé por qué es de mi interés imaginarlo. Es como señalar una distopía para situarme en una utopía, entendida clásicamente. No obstante, y para fatalidad de nuestras sociedades, ¡ese docente ya existe entre nosotros!

noticias relacionadas

¿Y si tiramos abajo los muros de la escuela? Por Jaime Fauré, académico de Psicopedagogía UNAB

El celular en el aula: de la distracción al pensamiento estadístico. Por Dr. Pedro Vidal-Szabó, Jefe de Magíster en Educación Matemática, Universidad de Los Lagos

Moverse para sanar: la práctica motriz como herramienta de bienestar mental. Por Gloria Astudillo Directora Escuela de Pedagogía en Educación Física Universidad de Las Américas

El mito del “rollito michelín”: bajar grasa no es sprint, es maratón. Por Frano Giakoni Ramírez, director carrera de Entrenador Deportivo UNAB