La directora nacional de la carrera de Técnico en Odontología de IPCHILE, Belén Vega, sostiene que para no poner en riesgo la salud bucal el consumo de dulces siempre debe ser en pequeñas cantidades, y justo después de una comida principal, ya que es el momento de mayor secreción de saliva protectora.
Las caries son uno de los riesgos a los que se exponen los niños durante esta fiesta de Halloween debido al elevado consumo de golosinas, dulces y galletas. Para cuidar la salud bucal, la cirujano dentista Belén Vega, directora nacional de la carrera de Técnico en Odontología de IPCHILE, recomienda limitar el consumo de alimentos altos en azúcares, ya que un exceso aumenta el riesgo de desarrollar lesiones de caries.
“Mientras más prolongada es la exposición a estos azúcares, mayor es la actividad de las bacterias que residen en la boca. Estas transforman el azúcar en ácidos que tienen la capacidad de desmineralizar progresivamente los tejidos duros del diente, iniciando así el proceso destructivo conocido como caries”, afirma la profesional.
Belén Vega sostiene que el gran desafío de Halloween no es la cantidad de dulces, sino encontrar alternativas que sean atractivas para los niños y que no comprometan sus dientes. Para ello recomienda evitar las golosinas con alta adherencia y larga permanencia en boca.
“Es crucial suprimir los tipos pegajosos, como los chicles y masticables, ya que estos se adhieren a los dientes en ausencia de una higiene bucal inmediata, lo que incrementa el riesgo de caries. Del mismo modo, se deben evitar los dulces de consistencia dura, ya que representan un peligro de fracturas dentales o pueden desalojar restauraciones preexistentes”, sostiene Vega.

Como opciones más seguras, Belén Vega explica que existen alternativas de baja adherencia como el chocolate negro (que se disuelve rápido) y los frutos secos (para niños sin riesgo de asfixia). También una buena alternativa son las frutas de temporada decoradas con la temática.
“Lo ideal es negociar de forma inteligente y enfocar la diversión de la fiesta a otros aspectos, reemplazando las golosinas con juguetes, stickers, lápices y libretas con temática de Halloween, asegurando que la única sorpresa sea la decoración, y no las caries”, dice la directora de Técnico en Odontología de IPCHILE.
“Monstruo” de las caries
Según la profesional el consumo excesivo de dulces se combate con educación y no con prohibición. “El principal riesgo para la salud bucal no es la cantidad de azúcar total, sino la frecuencia con la que el niño las consume, ya que cada ingesta provoca un «ataque ácido» que desmineraliza el esmalte”, enfatiza.
“Para que los niños lo entiendan, se puede explicar que las bacterias de la boca son «monstruos» que se alimentan del azúcar y dejan desechos ácidos en los dientes. Afortunadamente, la saliva es nuestra «super heroína», ya que ayuda constantemente a neutralizar ese ácido y a remineralizar el esmalte, salvándonos de las caries dentales. Por esta razón, la clave es limitar el ataque: se recomienda establecer un único «momento dulce» dentro del día, y programarlo justo después de una comida principal por ser un momento de mayor secreción salival, enfatizando en la importancia de una higiene bucal rigurosa y oportuna posterior para asegurar la victoria de la saliva sobre los monstruos”, explica Belén Vega.
Consejos para los padres
La directora de Técnico en Odontología de IPCHILE afirma que la clave para racionalizar el consumo de golosinas es convertir a los padres en administradores inteligentes del azúcar, no en prohibidores.
En cuanto al manejo de la cantidad, una buena estrategia es que los padres almacenen los dulces fuera de la vista y crear un «Banco de Dulces» controlado, permitiendo al niño elegir un número limitado de favoritos y negociando el resto (mediante trueque por juguetes o su dosificación controlada semanal).
Y recordar que el refuerzo de la higiene es vital, los niños pueden enjuagarse con agua inmediatamente después de comer el dulce para “botar” el azúcar, y el cepillado con crema dental con flúor debe realizarse unos 30 minutos después para permitir que la saliva proteja el esmalte.