La académica de la Escuela de Terapia Ocupacional de la Universidad Andrés Bello, Andrea Mira, destaca que Halloween no solo es una fiesta de dulces y disfraces, sino un espacio educativo y lúdico que fortalece el juego, la creatividad y los vínculos entre padres e hijos.
Más allá de las historias de terror y los dulces, Halloween se consolida como una oportunidad para que las familias transformen sus hogares en espacios de juego y creación compartida. Este tipo de celebración permite potencia habilidades esenciales en los niños y fortalecer la unión familiar.
La académica de la Escuela de Terapia Ocupacional de la Universidad Andrés Bello, Andrea Mira, explica que “el disfraz hecho en casa valida la imaginación del niño. Al construir su personaje, el niño se apropia de él, lo vive y desarrolla una narrativa propia, lo que es vital para su desarrollo cognitivo y social”.
Proceso creativo
El proceso de crear un disfraz en familia fomenta la creatividad, la motricidad fina y la resolución de problemas, ya que los niños cortan, pegan y cosen con la guía de los adultos, al tiempo que fortalecen la comunicación y colaboración con sus padres.
La académica también subraya que “la decoración y ambientación del hogar amplían la experiencia de juego.
Representar personajes, pedir dulces o participar en fiestas temáticas permite a los niños practicar la empatía, socializar y expresar su imaginación en un entorno seguro y compartido” La docente recomienda a las familias aprovechar esta fecha para crear un “taller de diseño” con materiales reciclados, narrar historias y decorar juntos el hogar.
“Halloween es más que un feriado; es una invitación a desconectarse de las pantallas, conectar con la imaginación y construir recuerdos duraderos a través de la creatividad compartida”, concluye.
