Es importante una derivación temprana y un enfoque integral que combine alivio del sufrimiento, acompañamiento y decisiones compartidas.
Chile está dando pasos firmes hacia un sistema de cuidados paliativos universales, un desafío clave en salud pública que busca garantizar una atención digna y oportuna para las personas con cáncer y enfermedades crónicas avanzadas.
«El cuidado paliativo oportuno no es el final del tratamiento, es el comienzo de un acompañamiento que mejora la calidad de vida, ordena el uso de recursos y alivia el sufrimiento de las familias», indicó Michel Garat, director de la carrera de Enfermería del Campus República de la Universidad Andrés Bello.
Leyes que avalan
El país cuenta hoy con herramientas sólidas, como la Ley del Cáncer, las garantías GES de alivio del dolor y la Ley de Cuidados Paliativos Universales, que amplía el acceso a pacientes no oncológicos. Sin embargo, el gran desafío está en integrar la Atención Primaria, fortalecer los equipos domiciliarios y medir los resultados que realmente importan a las personas.
«La evidencia demuestra que integrar cuidados paliativos de forma temprana mejora el control de síntomas, reduce hospitalizaciones evitables y, en algunos casos, incluso prolonga la supervivencia. Nuestro foco es clínico y humano a la vez aliviar, acompañar y decidir en conjunto», destacó Garat.
Entre las reacciones claves, se encuentra la derivación temprana, que permite una mejor calidad de vida y menor angustia en los pacientes, el enfoque en la díada paciente/cuidador, con apoyo psicosocial y educación familiar, la integración de terapias complementarias basadas en evidencia, como mindfulness, masoterapia y psicoterapia centrada en el sentido, y la evaluación continua de resultados, para garantizar un servicio de calidad y centrado en las personas.
Red oncológica
Actualmente, el modelo operativo nacional articula la Red Oncológica con la Atención Primaria, estableciendo rutas de derivación y un paquete de prestaciones que incluye control de síntomas, apoyo espiritual, analgesia, visitas domiciliarias y coordinación con programas como hospitalización en casa. Todo ello respaldado por protección financiera GES y la reciente extensión de derechos a enfermedades no oncológicas.
«Cuando el cuidado se traslada al hogar con soporte clínico y psicosocial, aumenta la probabilidad de que las personas vivan y mueran donde prefieren, acompañadas y con síntomas controlados», explicó Garat.
El impacto de este modelo es profundo ya que, para las familias, significa menos incertidumbre y más tiempo con sentido, y para los equipos de salud, implica un trabajo interdisciplinario, decisiones compartidas y una atención que pone al ser humano al centro del cuidado.