La última milla suele asociarse a promesas de inmediatez, sobre todo en fechas de alta demanda como navidad. Sin embargo, hay que tener presente que en regiones y localidades apartadas, las distancias, las rutas, la disponibilidad operativa y las particularidades de cada territorio modifican por completo la ecuación logística, donde la planificación es clave.
Rutas con tráfico pesado, zonas alejadas, fenómenos climáticos, ventanas horarias estrechas y proveedores que deben coordinarse con múltiples actores, convierte a diciembre en un mes donde se debe intensificar la planificación anticipada y sacar el máximo provecho a la tecnología avanzada para lograr cumplir con las expectativas de entrega final.
Las soluciones digitales son esenciales para acortar brechas, mediante trazabilidad en tiempo real, optimización de rutas, monitoreo de cargas y visibilidad 24/7 que permiten prever demoras, mejorar coordinaciones y ofrecer certezas a los comerciantes y sus clientes, ayudando además a mantener inventarios estables, pero también hay un factor humano que no se puede olvidar. Las regiones funcionan con otro ritmo, con relaciones más directas y con una logística que se construye conversando, entendiendo y ajustando. Los equipos que operan en terreno conocen las dinámicas de cada barrio, cada pendiente y cada temporada, conocimiento que no está en los softwares, sino que en las personas.
La última milla en provincias no es menos eficiente, es distinta. Requiere realismo, flexibilidad y una mirada que valore la diversidad territorial del país, garantizando que cada entrega llegue donde debe, cuando debe y con el respaldo de un equipo que conoce el camino.