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RRSS y el riesgo de perder el límite entre lo real y lo imaginario

La Mesa Empresarial Público Privada de Capacitación y Empleo Local (MEPPCEL) realizó su jornada de cierre anual, reafirmando el compromiso de municipios, empresas, servicios públicos y el mundo formativo con la creación de oportunidades laborales sostenibles para las y los habitantes de Quintero y Puchuncaví.

El uso de las diversas plataformas de Internet ya no sólo expone a niños, niñas y adolescentes a comparaciones, validación externa o sobreestimulación. Hoy, se suma un nuevo y silencioso riesgo: la circulación masiva de videos e imágenes hiperrealistas creados con Inteligencia Artificial, capaces de imitar rostros, voces y situaciones con un nivel de realismo, que desafía incluso a los adultos.

Este fenómeno, que antes parecía ciencia ficción, ya está instalado en la vida cotidiana y con él emerge un desafío profundo: la posibilidad de que las nuevas generaciones crezcan sin un marco claro para diferenciar lo real de lo imaginario, lo auténtico de lo manipulado, lo cual puede tener efectos directos sobre su desarrollo cognitivo y emocional.

Estos contenidos no son simples montajes evidentes. La IA generativa permite crear escenas falsas que parecen auténticas: personas diciendo cosas que nunca dijeron, situaciones que jamás ocurrieron, emociones fabricadas con precisión quirúrgica. Según señala Camila Ovalle, psicóloga clínica y fundadora de bow care, “en un cerebro en desarrollo, donde aún se están consolidando el pensamiento crítico, la regulación emocional y la capacidad de distinguir ficción de realidad, esta exposición constante puede generar confusión profunda”.

El problema no es sólo creer que un video es real, el riesgo mayor está en cómo se va construyendo la percepción del mundo, enfatiza la profesional de bow care, quien agrega que “cuando lo falso se presenta con apariencia de verdad, se debilita el criterio para evaluar la información, se normaliza la duda permanente y se instala una sensación de desconfianza”.

Si todo puede ser manipulado, ¿qué es real entonces? “Esto, precisamente, puede afectar la seguridad emocional, aumentar la ansiedad y favorecer interpretaciones distorsionadas de la realidad social y personal”, aclara Camila Ovalle.

Las redes sociales no ofrecen contexto ni pausas. El contenido se consume rápido, sin mediación adulta, sin explicación y sin herramientas para cuestionarlo. Las IA permiten crear videos completamente falsos que simulan situaciones, declaraciones o conductas de personas reales.

“Para estudiantes en edad escolar, cuyo desarrollo cognitivo y emocional aún está en evolución, esta frontera borrosa puede generar múltiples consecuencias, como erosionar la confianza y capacidad para detectar información falsa, lo que los deja vulnerables a engaños y confusión sobre lo que es real o inventado”, aclara Camila Ovalle.

La psicóloga es tajante en señalar que “exponerse a estándares irreales, contenidos manipulados o falsos puede generar ansiedad, inseguridad y distorsión de la autoestima, especialmente cuando estas representaciones compiten con las experiencias reales del joven”. Por ejemplo, investigaciones sobre filtros y alteraciones de imagen en redes sociales documentan que compararse con versiones digitales idealizadas de uno mismo se asocia con sentimientos de insuficiencia, ansiedad y percepción negativa de la propia apariencia.

Frente a este escenario, la respuesta no puede ser únicamente prohibir o restringir. “Es imprescindible educar en alfabetización digital y emocional: enseñar a dudar, a verificar, a entender que no todo lo que parece real lo es. Acompañar a niños y jóvenes en la construcción de criterios, fortalecer el pensamiento crítico y abrir espacios de conversación donde puedan preguntar, expresar miedo o confusión sin sentirse ignorados”, explica la profesional de bow care.

La tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad de adaptarnos. Hoy, más que nunca, proteger a niños y adolescentes significa educarlos para navegar un mundo donde lo real y lo artificial conviven sin fronteras claras. Esto no es solo una tarea educativa o familiar, sino una responsabilidad compartida entre familias, establecimientos educacionales, plataformas tecnológicas, autoridades públicas y sociedad civil.

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