Las Fiestas Patrias son, sin duda, una ocasión especial. Una celebración que rescata costumbres campesinas y evoca tiempos pasados cargados de unión, disfrute y comunidad. Sin embargo, muchas veces estas instancias también se asocian a descontroles de todo tipo. En el imaginario colectivo persiste la idea de que “sin excesos no hay diversión”, lo que puede traer consecuencias negativas, especialmente cuando hay niños y niñas presentes.
Cuando una persona asume la responsabilidad de cuidar a un infante, esta protección debe ser coherente con las conductas que muestra frente a ellos. No basta con educar en valores y principios si, llegado septiembre, estos se relegan en nombre del descontrol. En esas circunstancias, los más pequeños pueden experimentar inseguridad y vulnerabilidad, generando recuerdos desagradables que incluso pueden revivirse en momentos similares a lo largo de su vida.
La celebración patria también puede ser una experiencia profundamente positiva para la niñez, siempre que los adultos comprendan el peso de sus acciones. La crianza implica formar niños y niñas felices, capaces de avanzar en su desarrollo con confianza y desafíos que los fortalezcan, en lugar de obstáculos que los limiten.
La invitación es a poner en el centro a las infancias. Pensar en sus derechos y en su bienestar es clave para resignificar estas fechas. Reír, compartir, bailar, descansar y estar en familia son formas de celebrar que no implican riesgos para la salud física ni mental, y que, al contrario, pueden dejar huellas memorables y protectoras, capaces de acompañar a los más pequeños en momentos difíciles.