Cefaleas recurrentes, insomnio, dolores musculares y apatía emocional son señales de desgaste que puede atentar contra la salud física y mental. Detectar estas manifestaciones tempranamente es clave para evaluar la situación y prevenir que evolucionen hacia problemas más graves en el tempo, como los que se presentan con el síndrome de burnout.
A medida que se acerca el cierre del año, el aumento de responsabilidades y la presión por cumplir los objetivos laborales puede generar un cansancio que va más allá del habitual. La fatiga laboral, muchas veces inadvertida, puede derivar en problemas físicos y psicológicos de relevancia, que con el tiempo pueden transformarse en cuadros complejos y difíciles de tratar.
Según explicó Felipe Bravo, académico de la Facultad de Psicología de la Universidad UNIACC, “del cansancio habitual podemos recuperarnos con descanso: al llegar a casa, dormir bien o tener un fin de semana tranquilo. En cambio, la fatiga laboral es persistente y el descanso convencional no la alivia”.
Otro indicador, agregó el especialista, “es la sensación de ‘tener todo acumulado y no saber qué hacer’, algo especialmente común a fin de año, cuando cognitivamente tendemos a percibir el peak de carga laboral del año completo”.
En este sentido, el docente aseguró que la fatiga laboral está estrechamente relacionada con el síndrome de burnout, que se manifiesta en tres dimensiones. “La primera, es el cansancio emocional, que se refleja en apatía y pérdida de entusiasmo. La segunda, es la despersonalización, cuando las personas comienzan a ser vistas como números o casos, perdiendo la conexión humana. La tercera, es la baja realización personal, que surge cuando el trabajo parece carecer de sentido” afirmó.
Respecto a las manifestaciones a las que se deben estar alerta, indicó que “esta fatiga puede manifestarse en dolencias corporales como cefaleas recurrentes, molestias gastrointestinales, insomnio, dolores musculares excesivos, entre otros. Estas señales físicas son sinónimo de que algo no está bien”
“También es importante prestar atención al feedback de quienes nos rodean. Cuando familia, amigos o colegas nos dicen que nos ven apáticos, emocionalmente planos o «amargados», es momento de hacer una pausa y evaluar nuestra situación” añadió el docente.
Para prevenir la fatiga laboral, Bravo recomendó incorporar momentos de “descompresión” tras situaciones difíciles, pausas breves para recomponerse y fortalecer el apoyo social en el trabajo. En el hogar, la desconexión efectiva y los espacios de contención familiar son fundamentales.
Sobre las consecuencias de no reconocer ni tratar a tiempo la fatiga laboral, el académico de la UNIACC puntualizó que “puede derivar en depresión severa y graves problemas de salud física, cuadros que serán mucho más difíciles y prolongados de revertir. La intervención temprana es clave para evitar complicaciones mayores”.
Contrario a la creencia de que la fatiga laboral aumenta con la edad, el especialista en psicología organizacional afirmó que la vulnerabilidad depende más de la presión percibida y de los recursos de afrontamiento. “La Generación Z enfrenta una presión intensa por forjar un camino profesional exitoso, mientras que las generaciones mayores suelen contar con más experiencia y herramientas para gestionar el cansancio laboral”, puntualizó.
El profesional agregó que “las generaciones mayores suelen contar con más herramientas personales y experiencia para gestionar el cansancio laboral. La vulnerabilidad a la fatiga, entonces, depende más de la presión percibida y los recursos de afrontamiento que de la edad en sí”.
En cuanto al momento adecuado para acudir a un especialista, Bravo aseguró que “cuanto antes, mejor. Recomiendo buscar ayuda profesional incluso ante los primeros signos de fatiga. Puede orientarnos con estrategias de prevención efectivas o ayudarnos a recuperarnos de situaciones estresantes antes de que se conviertan en problemas mayores”.