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Entre el liderazgo y la burocracia: el dilema de dirigir una escuela en Chile. Por Juan Pablo Catalán, académico de Educación UNAB

El Premio LED nació para reconocer a los directores que transforman la gestión en liderazgo y las escuelas en comunidades de esperanza. Pero su más reciente estudio actúa como un espejo incómodo: muestra a líderes que, en lugar de inspirar el aprendizaje, deben sobrevivir entre reportes, fiscalizaciones y plataformas digitales que los alejan del aula. La burocracia se ha convertido en el enemigo silencioso de la mejora educativa en Chile.

El sondeo revela un consenso elocuente: para fortalecer la dirección y el aprendizaje escolar se requiere reducir la carga administrativa, aumentar la autonomía en la toma de decisiones, unificar los calendarios de requerimientos, simplificar los procesos sancionatorios y flexibilizar las compras escolares. En palabras simples, devolver a los directores el tiempo y el sentido de educar.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2020) advierte que los sistemas escolares más efectivos son aquellos que confían en sus líderes y los liberan de tareas burocráticas, pues “el liderazgo pedagógico tiene un impacto directo en la calidad del aprendizaje y en la cultura escolar”. La Organización de Estados Iberoamericanos (OEI, 2022) coincide al señalar que el liderazgo debe concebirse como una práctica que articula visión, acompañamiento docente y compromiso social, no como una función administrativa.

Desde el ámbito nacional, la Agencia de la Calidad de la Educación (2023) recuerda que el liderazgo directivo es el segundo factor interno más determinante en los resultados de aprendizaje, solo superado por la labor docente. A su vez, el Ministerio de Educación (MINEDUC, 2024) ha reconocido que la gestión de los directores requiere fortalecer la gobernanza escolar y dotarles de herramientas reales para la mejora continua. Sin embargo, las políticas siguen atrapadas en una lógica de control más que de confianza.

¿De qué sirve exigir innovación si se multiplican los formularios y oficios? ¿Cómo puede un director acompañar a sus profesores si su jornada se consume en responder requerimientos que cambian cada semana? La educación chilena parece vivir una paradoja: se demanda liderazgo, pero se castiga la autonomía.

Urge avanzar hacia una carrera profesional directiva, una deuda pendiente del poder legislativo, que reconozca el carácter estratégico de conducir una escuela pública en tiempos de incertidumbre. Tal como señala la OCDE (2019), profesionalizar la dirección no solo mejora la gestión, sino que fortalece la identidad y la proyección de todo el sistema educativo.

El Premio LED deja entrever una verdad profunda: todavía hay directores que creen, que resisten, que lideran con ética y esperanza. Ellos mantienen viva la idea de que la escuela puede ser un espacio de justicia y transformación. Pero su esfuerzo no puede seguir dependiendo del heroísmo individual.

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